Invertimos mucho tiempo de nuestra vida tratando de identificar, reconocer nuestras emociones para “poder” conducirnos a ese otro con el que deseamos establecer un contacto sano y pleno. Acudimos a diversas terapias en las que identificamos la angustia, como así también a los diferentes canales del miedo y la ira.
- Qué hacemos con lo que descubrimos?
A menudo nos quedamos atrapados en ellos, en ese mundo en el que habitan, la mente. Así es como se desarrollan y se expanden en pensamientos obsesivos hasta amenazarnos con apoderarse de nuestra razón de ser, actuando compulsivamente de manera reactiva destrozándonos y destrozando todo cuanto nos rodea.
De nada serviría tratar emociones si no hay acciones que asistan en la transformación. Las emociones trabajan en la polaridad, o están de un lado o del otro. La forma de establecer un equilibrio es en la acción, en el compromiso del “yo soy” participando, interactuando esas emociones con los demás.
Suele suceder que pensamos tanto en nosotros que olvidamos que no estamos solos.
Ese sujeto con quien compartimos la vida, esas personas que nos rodean están en nuestra vida para asistirnos en nuestro empoderamiento personal, en el reconocimiento de lo que verdaderamente somos y no de quien pensamos que somos. Ellos revelan nuestra verdad, sacando fuera todo lo que reprimimos para “que no se note” lo malo que hay.
Pero resulta que eso malo que guardamos y atesoramos es lo que no nos permite construir lo bueno de nuestras vidas.
Ser o no ser, esa es la cuestión. Una cosa es ser en la mente y otra muy diferente es ser en el intercambio con otro.
Entonces; volviendo a la pregunta que nos convocó: Para qué sirve identificar los miedos?
Identificarlos es el primer paso para establecer la serie de acciones que van a implicar el “salir del miedo”. Una vez que actuamos el miedo que tenemos, dejamos de tenerlo para transformarlo en un acto de liberación.
El miedo es paralisis, quietud, estancamiento. La no acción.
La acción es movimiento, fluido liberador.
Entonces mis queridos amigos vamos a poner a los miedos que hemos identificado en movimiento, en acción. El verbo que se corresponde a este acto es: entregar.
La tarea consiste en liberarnos de varias circunstancias emocionales que nos bloquean y no nos permiten expandirnos en la libertad del amor propio. La primera es del orgullo.
Entregar un miedo es liberarnos del orgullo que impedía que le pidieramos a quien corresponde lo que verdaderamente necesitamos. Aquí se pone de manifiesto otro acto liberador que es poder tener contacto con nuestras necesidades. Piensen durante cuanto tiempo permanecieron en estado de ira reprimida satisfaciendo necesidades ajenas, sin ser ni vistos ni reconocidos tan solo para demostrarse poderosos.
Al comunicarle abiertamente a esa persona que inspira ese sentimiento que nos acerca al miedo, estamos ingresando en el poderoso canal de la humildad, (porque solo tiene poder quien cree no tenerlo y se desarma sin defensa ni ofensa).
El desarme genera la entrega.
Entregar, en ese compartirle al otro ese miedo está el perderlo. Ya lo entregué, ya no es mio, ya no lo tengo adentro, esta ahí para que veamos que hacemos con él. Ese miedo tiene que ver con el ser abandonado, rechazado, ignorado, no amado, no considerado.
En esa entrega le permito también al otro recapitular en su modo de relacionarse enalteciendo este acto en una posición solidaria. El rendirse de uno invita a que el otro, deje de pegar.
Ya no participes de esta vida envuelto en tus miedos, entrégalos y disfruta del placer de tu grandeza interior. De esa manera ingresas en el verdadero circuito del amor. Ser y dejar de parecer.