Este momento habla del encuentro crucial. El encuentro con nuestra victima interna. Esa que está oculta, que no se muestra porque entendió que no era favorable para el ámbito social mostrar la verdad. Esa que calla sus quejas, las guarda, para ser aprobada y hace de sus días una retención y represión de sus propios derechos.
Por algún motivo, es factible que desde tu infancia por lo vivido hayas entendido que tenias que mostrarte “perfecta”, “perfecto”; impecable por afuera pero guardando en los bolsillos de tu saco (cuerpo) todo lo que no se podía mostrar, porque era inadecuado. Te manifestas implacable, contundente en tus razones, inamovible. Forjaste dentro tuyo a un sometedor, a alguien que te enjuicia, que te mira con desprecio cuando sentís que no podes con las circunstancias. Hay alguien duro adentro tuyo que te aniquila, que te compara, que compite, que te disminuye todo el tiempo y te somete a que solo podes salir a la escena si logras la perfección.
Por lo cual estuviste y estás detenido/a a la espera de ser lo suficientemente perfecto/a, mientras la vida te está sucediendo y solo pretende ser experimentada, vivida y reconocida por vos.
En esa supuesta perfección escondés todo tu drama, tu inseguridad, porque quien no explora, se auto condena al aislamiento en pos del “supuesto estado perfecto”.
Dentro tuyo hay un niño que no jugó lo suficiente, se sometió a “partidos” a competencias, para lograr ser el mejor, la mejor, pero no participó en espacios de juego cuerpo a cuerpo, para saberse y conocerse y a prender a encontrar reglamentos no impartidos, solo compartidos bajo el acuerdo de dos que se están conociendo para establecer el arte del compartir.
Existe ahí adentro tuyo un niño, demandante, egoísta, que hoy quiere para sí “la libertad”, creyendo que ser libre es manejarse a su antojo sin tener en cuenta al otro, sin entender que la verdadera libertad acá en la tierra se forja a través de las relaciones, en el entendimiento del compartir.
Ese niño cruel que a veces sale necesitando manipular para poner a su adversario en desventaja para poder sentirse importante. Que entendió que solo necesitaba valoración y en ese valer, el poder. Ese niño que te habita que buscó en el éxito y el reconocimiento su lugar, porque había entendido que así lo necesitaba su mamá. Ese niño que buscaba la mirada de su papá para sentirse importante, que necesitaba del “valor y del coraje “ de su padre para poder creer en el mismo.
Tal vez te obsesionaste tanto con tu imagen pública, con esa creencia, que te perdiste de lo mejor: de ser genuina y espontáneamente quien eras.
Ese niño que te habita a vos y a todas las personas, que está adentro y no quiere crecer, porque crecer es “aceptar” la verdad de quienes somos, sin pretensiones, maquillajes o exigencias. Ese niño es el niño herido de toda la humanidad, que se volvió aparente y en piloto automático sin poder verse en sus verdadera necesidad: Ser.
Hoy, 4.4.4, rescatá a ese niño y asistilo en su verddaero valor, de lo ordinario a lo extraordinario.